domingo, septiembre 10, 2006

california beat


"No me compensa" es una construcción muy usada en esta península que, en aquellas estepas australes, viraría hacia un "no vale la pena". A la mujer del cuento, una vez su amiga le dijo que su complejidad no compensaba el vínculo, el precioso y complejo vínculo afectivo que las ligaba. La descompensada en ciernes aclaró que "demasiado" tenía con sus propias complejidades y entonces, la amistad cedió frente al confort emocional.
La imagen que vino a mi cabeza cuando conocí esta historia de incomodidad que "no compensa" fue la de una peli que vi de adolescente sobre una chica que en los descompensados sesenta prueba la existencia libertaria en una comunidad hippie hasta que, tras evaluar la riqueza pero también la descompensación que supone esa experiencia, elige volver al hogar, la casa de sus padres, en la soleada California. El último fotograma selló alguna esquina de mi memoria: allí está ella, la chica de la peli, que ha vuelto a tener el electrodoméstico como destino, compensada, limpiando con la aspiradora el polvo de la alfombra del salón.
Recordé la anécdota y su asociación cinematográfica leyendo lo que decía Marcelo Figueras días atrás en su blog acerca de "uno de los problemas más originales, y más acuciantes, de este tiempo: el del adelgazamiento de la experiencia vital".
Nada. Eso. Sólo un par de imágenes en torno a la vieja discusión sobre la adrenalina que descompensa.
Y una frase de Figueras para completar el inevitablemente descompensado panorama de la existencia: "soñar nos proporciona lógicas nuevas para interpretar nuestra experiencia".

No hay comentarios: