Por influjo de Vila-Matas fui corriendo a Rossellini. Llegué a Viaggio in Italia (1953) buscando ese no comienzo y quizá el no fin de la historia de un matrimonio en plena crisis. Decía el escritor que Rossellini había arrancado contando la historia desde cualquier punto, en medio de una situación intrascendente en la inmensidad del cosmos (más precisamente cerca de Nápoles). A partir de esta libertad narrativa, Vila-Matas reflexionaba sobre el orden que había impuesto el franquismo como idea para todo, una noción que habían tenido que asimilar sin vueltas los españoles de su generación...
No cabe duda que para los dictadores mentecatos las cosas empiezan por el principio y acaban en el final, en rigurosa fila militar. Pero a veces, todos nos sumergimos en la temporalidad de las puras sucesiones, sin el placer del ahora ignorante de dónde viene y adónde va, sin entender la densidad del presente, sus infinitas capas, sus improbables comienzos y no comienzos, igual que sus posibles finales o sus apenas puntos y comas.
Así vi la peli, preguntándome por las elecciones narrativas del director italiano, hasta el final, cuando el personaje de Ingrid Bergman le dice a su marido que lo quiere (y yo creo que por puro miedo los dos se dicen que mejor seguir juntos) y Rossellini elige poner allí mismo la palabra "Fine". Me quedé pensando que el gran Roberto y yo sabemos que ese "te quiero" era apenas un punto y coma de otro final posible, del más seguro de los finales, que quedó fuera de metraje.
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