A veces pienso en boreal. Las estaciones las pienso en boreal, y acabo de darme cuenta de que incluso había olvidado (o hace tiempo que no escuchaba) la palabra formosa.
Formosa, un territorio y un concepto. Un concepto y un territorio en el nordeste de un país tan turístico que figura en todos los escaparates de las agencias de viajes. Un país parcelado para distintos paquetes, cada uno con su folclor y su paisaje, como para dar que hablar en varias sobremesas de viajeros. Un país ahuecado, con un hueco inmenso en el nordeste, donde no hay cataratas ni glaciares. Hay yacarés en el nordeste de ese país. Un país del que leo noticias que hablan del nouveau federalismo de la Sociedad Rural, que ahora batalla contra los unitarios que, con su dinero rural, quieren repartir más bonos en villas miseria unitarias.
Había querido ver Nordeste de Juan Solanas apenas la estrenaron y fui al cine, al único cine de Madrid en que la anunciaban, a las seis menos diez de la tarde de otra primavera boreal, no ésta, una primavera anterior. Pero en el diario había salido mal publicado el horario de cartelera: me informaron, entonces, en la taquilla, que Nordeste sólo tenía un pase a las cuatro de la tarde, en aquella única sala. Estuvo un par de semanas en cartel y se me pasó. Así que acabo de verla, en mi casa. Y a pesar de cierto didactismo para guiris* , agradezco que Juan Solanas me hablara tanto de Formosa, de mi país agujereado. Agujereado como una boca mutilada, con varias muelas menos y la carne dolorida; un hueco sanguinolento, suturado e inflamado.
Durante la peli no pude dejar de imaginar que Juan, el director, y seguramente también su padre, Pino, habrán tenido pensamientos boreales alguna vez.
*Guiris les dicen en España a los extranjeros rubios del norte de Europa.
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