
He salido de casa tan decidida esta mañana que, de camino al trabajo, he entrado en una librería llamada Modesta (vaya paradoja), he pedido un libro de Haruki Murakami y me lo he llevado sin bolsa.
Tan dueña me sentía de mi vida, esta mañana, que elegí a un japonés para arrancar el día.
Murakami en mano, he tomado un café, me he dejado halagar por el indiscreto rubor del chico y me he ido a Tokio.
También allí he dado contigo.
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