domingo, noviembre 05, 2006

la santa rita, el sol, la curtiembre





Todavía hay alguien a quien puedo llamar para preguntar por la galería que se cuela en el sol de San Vicente, en el aire que a veces hiede por el vapor de la curtiembre.

"La Santa Rita está florecida. Tendrías que verla", se entusiasma ella, cuando le cuento por teléfono que he vuelto a soñar con su casa llena de luz.

Eludo narrar con detalles una escena en la que ella está sola, sentada en el hall recién pintado, silente, inmóvil, con la luz de un cuadro de Balthus, el piano tapado con trapos blancos frente a la pared del óvalo que llena un señor con bigotes.

Cada vez que la chiquilla mimada se asusta, vuelve corriendo a Diego de Torres, por Argandoña.

2 comentarios:

Rossana Vanadía dijo...

Aunque a veces no entiendo bien las metáforas, presumo dolor en todo esto.

Anónimo dijo...

La casa de la abuela, para el que allí ha sido un niño feliz aporreando un piano, o clavando lápidas de madera en el gallinero del fondo, es territorio de nostalgia, y de amparo. Ni hablar de la república de San Vicente. No hay dolor, hay amor.