"El arte ha muerto. Sólo lo salva el gesto", dijo Lucio Fontana cuando hizo el primer tajo.
El gesto.
Placer de leer en voz alta un texto a cuatro manos de Miró y Hernández, detenerse una y otra vez en la línea que genera la música más hilarante. Leer susurrando en la soledad de Es Baluard, frente al mismo mar que el pintor y el poeta respiraban mientras jugaban con las palabras.
Me estoy poniendo surrealista, out of time.
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