Todas aquellas maldades "de quien tiene un cuerpo", y "la profundidad de aquella seguridad de quien tiene un cuerpo", como escribe Clarice Lispector, se conjugan en las noches largas y las mañanas difíciles de los últimos días del año.
¿Hay que sumar y restar alegrías y fracasos de esta convención en forma de calendario? Justamente ahora que el cuerpo se hace presente como nunca, con fueguitos en las comisuras, sienes ajustadas y un cierto ácido de uvas blancas y burbujas regándonos las nervaduras...
Ser huérfano es no tener a quien pedirle un abrazo. Y tener un cuerpo, la profundidad de la seguridad de un cuerpo, es tener manos para nuevas caricias.
Me prometieron Rufus y me regalaron el Danubio. Recorreré las márgenes del Danubio en la amada Germania, y escucharé Wainwright. En lo que fue Pompeya brindaré por la maldad de un cuerpo. Junto al Vesubio, pasaré esta página.
Salud,
Imagen: fresco italiano en Pompeya del siglo I.
2 comentarios:
Todos somos 'huérfanos' en algún momento del día. Quizá en calendario esté para tachar con un fibrón oscuro esos días de horfandad, que tanto duelen.
o tachar los días en que no somos huérfanos... a algunos, entre ellos, a mí, nos convendría más esta segunda opción...
grazie,
Lori
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