¿Quién podía imaginar, sobre el fin del 2007, que la psicodelia de Vendiendo Inglaterra por una libra de Génesis iba a ponerme la primera sonrisa del año? Satisfacción y amor, por encajar cada pieza del puzzle de mis épocas: encontré un gran tema de aquellos puro hammond de mi adolescencia, remixado como para que den ganas de bailar en el dos mil y cuatrocientos.
Escribía con la cabeza en la autopista a Carlos Paz, sobre aquel ir a los boliches atravesando la pesadilla de La Perla, en el '78, y justo justo en esa línea cándida de incredulidad y melanco, un ángel apareció en el mismísimo dos mil y cuatrocientos con un libro llamado "Helena o el mar del verano" de un asturiano (Julián Ayesta) que escribió una sola novela (ésta) y que es sublime, increíble, y que no hace falta remixar, aunque la escribió en la España gris de los '50.
A la mano de aquel ángel se encandenó la mano de otro ángel, que me dio un Suggus de naranja, y citó a Deleuze y su propuesta del polígono... "multiplicar los lados, romper todo tipo de círculos en provecho de los polígonos".
A la mano de aquel ángel se encandenó la mano de otro ángel, que me dio un Suggus de naranja, y citó a Deleuze y su propuesta del polígono... "multiplicar los lados, romper todo tipo de círculos en provecho de los polígonos".
¡Buen año!
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