domingo, marzo 04, 2007

al oeste de las cosas


En Argentina, yo hubiera dicho que el hombre era brasileño. Pero como estoy en España, aventuré: "es portugués". Y perdí la apuesta, aunque resultaba obvio que su acento nasal y sus indisimulables circunflejos en el castellano venían del portugués. Era brasileño el camarero que nos trajo las cervezas, pero mis amigas lo escucharon enroscándose con los pronombres en español y se aventuraron por el este... Para los europeos, hoy todos los extranjeros que no hablan su idioma deben venir del este... el Este de Europa como masacote de prejuicios occidentales, interminable volcán de desdichas.

Una apostó que era rumano; la otra, que era polaco, y la tercera, se decantó por bautizarlo ucraniano. Para mí, no cabía ninguna duda de que esas cadencias nacían en el oeste. Igual, perdí la estúpida apuesta de una mesa con poco para hablar. Pero íntimamente supe que le había reconocido el decir a mi vecino y que sólo por nombrar un vizinho más ibérico, había mencionado Portugal.

"Lo íntimo se define en lo ajeno", escribía Jorge Wagensberg a propósito de una de las posibles razones para la tristeza del pensamiento según George Steiner.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿por qué necesitamos poner a las personas, etiquetas?
¿qué adosamos cada uno a esas etiquetas?
¿qué piensa cada apostante del rumano, del polaco, del ucraniano?
¿qué es para la autora ser portugués o brasileño?
¿qué relación de calificativos o descalificaciones encerramos en esas etiquetas?
quizá en esa mesa no había poco de lo que hablar
sino pocas ganas por ahondar en los temas
¡¡en un mundo global no hay países, orígenes ni razas!!
cada uno somos una verdad individual, sin adherencias

Anónimo dijo...

para la autora, ser portugués o brasileño era ser vecino, ni más ni menos que vizinho... porque lo íntimo se define en lo ajeno...