sábado, agosto 05, 2006

un día en las hurdes



No hay más respuesta que el arte. A una lágrima impotente, pesada, a una lágrima que suelta el capricho inconsistente, a la paranoia sin cerco, a un paisaje desconocido, a una boina aragonesa.

Aquí, Luis Buñuel en Las Hurdes. Supongo, Lori, que estaría en la pre-producción de "Las Hurdes, Tierra sin pan", con los extras del pobrerío, rondándole, o dándole las gracias, quién sabe. Me recuerda a nuestro Pino (¿nuestro?), filmando la miseria en primerísimo primer plano, para sacudir.

Ayer pasé por Las Hurdes, que ya no son las de los '30, en blanco y negro, blanco y negro de hambre. Hoy lucen su verdor de norte extremeño, con casas blanquísimas de oportunos subsidios europeos, carreteras que podrían ser escandinavas y habitantes plácidos, bajo las pérgolas, con cuarenta a la sombra. Me estremeció aquel lugar, Lori, aquel lugar que remitía a un borroso recuerdo de cineclub, que responde a un nombre ("las hurdes") y un apellido ("buñuel"), y que a vos te zambulle en el placer/dolor de "mujer bajo influencia", por un buen rato, para evocar sus labios entre aquellas montañas y su gesto de dolor/placer, sus comisuras de dolor/¿placer?, por otro buen rato.

1 comentario:

Rossana Vanadía dijo...

que tema el arte y el dolor, tratado hace poco en otro blog amigo, podés creer? Gracias, fue muy bello leerte, a pesar del dolor.