viernes, agosto 18, 2006

lenguas de maternidad


Viernes, y de agosto. Vejer de la Frontera, Cádiz (y todavía falta distancia). Quizá el mar, quizá el hecho de estar en una casa que no es la propia, cerca de la playa, con arena entre los dientes, quizá porque los gaditanos de provincias son tan distintos y tan iguales a los brasileños de Porto Alegre o de Santa Catarina, de algún sur, de todos los sures, creo que casi seguro que porque elegí una crónica de Clarice Lispector para empezar el día, hoy me he sentido en Brasil. Ella habla del amor pero los dolores del parto, de su sed y de sus riendas para contener su tendencia a lo excesivo, de sus días de "brasileña normal" y de ver fútbol y preguntar con "ignorancia pasional", de sus diálogos y mutua admiración con su compañero de deportes del Jornal de Brasil...Veo mis marcas de maternidad como lenguas de fuego que no se extinguirán, y los miro a ellos, plácidamente dormidos, agradecidamente rebeldes. Y vuelvo a mi Brasil del gozo y del dolor. Al suyo. A mi condición de veraneante de diálogos fugaces con los que aquí viven su rutina de tractor y ropa tendida al sol. Ella me inspira, siempre. Estoy de vacaciones con Tizón, con Pitol y hasta con el Grass de las SS, pero es ella quien siempre se me mete dentro y revuelve. Hoy va de padres e hijos. Hijos que pronto tendrán su propio Brasil. Padres que se quedaron allí, en Río Grande do Sul, para siempre.

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