viernes, junio 09, 2006

sin épica


El día que te fuiste, los diarios de tu país abrían sus ediciones con una foto que lo resumía todo: un policía miraba a la cámara de frente, junto al cuerpo de un chico al que pocos minutos antes habían disparado, justamente, las “fuerzas del orden”. De pie junto al moribundo al que acababa de apoyarle las piernas en alto contra una columna de la estación de trenes, el policía miraba a cámara. Te contaron que ésa de los pies en alto era una técnica para acelerar la muerte de alguien que se desangra.
El chico era piquetero, lo habían asesinado.
Junio de 2002. Tu vuelta de página fue desgarradora. Sin embargo, no huías. No lo sentías así. No huías, pero tampoco querías hablar de tu marcha. Sé que te negabas a dar explicaciones en un país en el que se ha hecho costumbre pedir explicaciones.
No huías, pero había llegado el momento de dejar de pagar imaginarias deudas emocionales y seguir el deseo de mortal ciudadano de cualquier lugar.
Habías nacido en el ’63, tuviste que crecer en los violentos ’70, cuerpo a tierra entre tiroteos cotidianos. Tu adolescencia, bueno, tu adolescencia, ya lo sé, transcurrió en el peor de los escenarios posibles, bajo la más sangrienta dictadura. Padeciste durante demasiados años el uniforme, la arbitrariedad y el infaltable documento nacional de identidad en el bolsillo.
Quisiste irte también entonces, y lo hiciste, pero volviste impulsada por una cierta pasión libertaria, creíste en la primavera ochentista, te vestiste del rojo y negro de la revolución sandinista y votaste por primera vez, cándida y eufórica, en el ’83. Lo sé, tú y todos ustedes eran pura voluntad, pura convicción, ningún as bajo la manga, muchos riesgos, todavía.
De las asambleas clandestinas para recuperar los centros de estudiantes universitarios y los panfletos trotskistas dentro de carátulas de discos de Django al “Felices Pascuas” de Alfonsín, pasaron muy pocos años, demasiado pocos, y ustedes, algunos de ustedes se convirtieron en escépticos prematuros, mientras otros viraban su existencia hacia algo definitivamente protoesquizoide.
Hubo poco espacio para los matices. Con las botas de la derecha pisando fuerte de nuevo, gran parte de la izquierda experimentó una absurda regresión a las prácticas militaristas de los ’70, sin armas ni verdaderas batallas por dar en ese terreno, pero sí con simulacros de jerarquías y medidas disciplinarias, y, sobre todo, lamentablemente, con un sectarismo y un creciente aislamiento de la realidad que te dejaron en off side, sin ganas de nuevas aventuras colectivas.
Ni modo de vivir entre los cercos de otro dogma.
A algunos de tus compañeros, en cambio, los obcecó la lucha de clases y hoy dan entrevistas en los informativos, como líderes de los piquetes del lumpeln Proletariat.
Sin épica has vivido muchos años ya. Cuesta, te cuesta, cuesta con los chicos en patas, en la calle, te cuesta porque se te atragantó una frase que escuchaste durante los saqueos del 2001, cuando un policía, que recibía pedradas de una bandita harapienta de los suburbios, le decía a otro: “No llegan con las piedras. No ves que están hambreados... ni fuerza tienen”.
Sin esperanza de la gran epopeya liberadora llegaste hasta aquí. Pero alejándote de los privilegios de la propia tierra se te puso el pellejo de otros invisibles que siempre están partiendo desde abajo. Porque ahora eres ellos: los del cayuco de Senegal, los del autobús albanés, los del vuelo que llega de Quito.

5 comentarios:

Rossana Vanadía dijo...

Hasta cuando andaremos en la vida sobreviviendo? O se trata ya de la propia revolución?

Anónimo dijo...

Ay! Acabo de leer una pequeña entrevista a Juanjo Gorasurreta, uno de los tipos más generosos y pesimistamente optimistas que he conocido. Allí se da el lujo de retrucar a un cinéfilo cordobés (que ojalá sienta siempre el agradecimiento que se merece Juanjo, el de La Quimera): que él no es ningún sobreviviente, ha dicho. Que está bien vivito y coleando. Juanjo siempre enseña. Maestro!
Grazie, a ti también

Rossana Vanadía dijo...

Perdón, no entendí, quién dijo que él no es un sobreviviente? y quién es el cineasta?

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Juanjo no es un sobreviviente, sino puro ser vivo. El tipo que se inventó La Quimera nos ayudó a ver, nos mostró lo que nunca veríamos desde allí, nos enseñó la generosidad, a muchos de nosotros.