martes, diciembre 29, 2009

elizabeht y george, smart y barker



"Hoy esta hora no es ninguna hora y no lleva a ninguna parte", dice Elizabeth Smart en las últimas páginas de su martirologio romántico. Y yo escucho a Herbert Vianna: juntos pasamos todos los duelos desde el '93, y siempre bailamos.

Ella estaba enamorada del poeta casado y cobarde.

Una rubia en la ruina del deseo.

Yo no estoy enamorada. Ni de George Barker, el poeta del diente quebrado; ni de Herbert Vianna, el que me acarició el día de todos los muertos.

"También él se está ahogando en la sangre de un sacrificio desproporcionado", escribe la bella Elizabeth, la ilusa Elizabeth, la generosa y sutil Elizabeth, la canadiense, la que se sentó y lloró en Grand Central Station, y lloró, y lloró.

Tengo la página más blanca que la de Smart y la de Barker. Ella se inspiró en Blake y yo no supe encontrar a Borges en Copenhague.

Y en un hotel infinitamente menos poético que el del empapelado sucio de Elizabeth en Nueva York (ni me senté, ni lloré) despegué con cuidado la membrana que suele unir el pecho con la pelvis.
La membrana se adhiere, es fina pero muy resistente... y él se está ahogando en la sangre de su sacrificio y yo ya siento los labios en sal.


viernes, diciembre 11, 2009

celebración del otoño

Dos tetas como dos lunas. Llenas. Hormonas sincronizadas en horario de oficina. Ya no hay ese algo que me preocupa (ba). BA es menos susceptible.
Voy de Benin City a Malmô. Ya no tengo preocupaciones. Sake caliente, sake frío.
Hay, eso sí, un desplazamiento metonímico: ¿África nombra la maladie?
Un monumento farmacológico menos.
Un sueño de pieles que raspan. Eric Cantona, out of control.
¿Do you want to date a black man?
Y en eso llega Elizabeth Smart. En Grand Central Station me senté y lloré. Y el sexo se percude de compromisos ajenos.
¿Te hago una copia de la llave?

domingo, noviembre 08, 2009

oda a mis amigos, las espinas de otro rosal, el aliento de mao y el benjuí

escribí: "la derrota, amiga, huele a papel de armenia hecho acordeón humeante (y sabe a semillas de calabaza con soda)" y mis amigos me hablaron de mao, el melancólico, y de la tristeza que da imaginar una tarde en que se hace de noche demasiado pronto mientras uno está ahí, viendo nubes sobre el cielo gris oscuro que se te viene encima, comiendo pipas de calabaza y tomando agua con gas. me hablaron de los días "de chanfle", los días torcidos, los días chingueados, hijos de su chingada madre...
extraño a mis amigos en el df mejica, y a los de la sequía argentina, pero tomo un orujo con paul y juntos toqueteamos todas las telas de la calle almirante, todas, y sublimamos todas las imposibilidades, todas, con las yemas de nuestros dedos limpitos sobre géneros tan nuevos, y tan suaves, y tan acariciantes... y pongo la suite número 1 (for solo cello) en sol mayor de bach y escucho cómo mischa maisky frotaba su arco para tocarla: suena a aliento difícil, a respiración asmática contra las cuerdas. respiro el papel de armenia, huelo el benjuí, siento el arco que ahora me raspa la faringe. el desequilibrio, el más leve, de magnesio y potasio me hace vibrar, a veces, como un violoncello siguiendo a bach. banana y espinaca tocan. y también toca comprar otro rosal.

lunes, octubre 12, 2009

chet, love, pain,

Yo lo había escuchado frasear tan suave como cuando tocaba la trompeta. Esa voz en la última nota sostenida no era aire vibrando: eran labios rozándote la piel hasta el éxtasis del deseo. Yo lo había escuchado tocar la trompeta y era como si vieses una palmera meciéndose en Santa Mónica, con el aire más leve que alguna vez habrá traído el Pacífico. Era un chico del jazz de la costa Oeste. Pero yo no lo sabía. Yo sólo tenía un par de discos suyos y sabía que era blanco y que había muerto más pobre que Van Gogh, en Amsterdam. Había retenido, claro, algunos estribillos (y casi todos terminaban en fall in love, o en let's get lost y en más amor y en más dolor). Eso era todo lo que había de Chet Baker dentro mío cuando compré el póster del Chet irresistible de los '50 en una tienda de todo a 5 dólares del Hollywood Boulevard en Los Ángeles. Llevé a Chet en ese pedazo de papel a la Argentina y me lo traje a España. Ahora es lo primero que ves cuando entras a mi casa; él tiene los ojos cerrados y sopla la trompeta alzándola al cielo pre-diamantes y te puedes imaginar cómo suena, cada vez que abres la puerta.

Toda esta reflexión absurdamente nostálgica viene a cuento del documental que el fotógrafo Bruce Weber filmó unos meses antes de la muerte de Baker, en el '88, y que se vio, remasterizado, en Cannes, el año pasado. Nada nostálgico, menos concesivo, bello de una belleza compleja y artística, donde no cabe la unanimidad, Let's get lost es, como dijo alguien, un ensayo sobre la fotogenia. Y en el reverso de la postal... el hedonista, el mentiroso, de nuevo el hermoso, el chico al que los padres alistaron de prepo en el Ejército de los pobres (el de los electroshocks para los raros), el que después de tocar con Davis y Mulligan tuvo que ir a trabajar a una gasolinera con todos los dientes rotos a trompadas, el que nos sigue enamorando...
Sí, un ensayo sobre la fotogenia, pero con un pie en el abismo de la pasión (y sin red que evite que te estrelles contra la miseria). Y sin red que evite que, de ahora en más, pienses en todo lo que hay detrás de esa voz tan suave diciendo "love" o diciendo "pain".

sábado, octubre 03, 2009

jarmusch en madrid, un nuevo skyline

Spinetta sonando mal en unos parlantes endemoniados, y sonando sin parar, un bucle insomne... ojalá Lester Young, digo ahora. Una noche interminable y un amanecer breve (y Spinetta sigue sonando, más psicodélico e infinito que nunca): es la primera vez que me despierto metida en este skyline... Estoy en una ciudad que no es la mía, pero sí.
Madrid huele diferente desde cada punto cardinal. Aquí en el este es más húmeda, y más fresca, huele a setos, a lambertianas de Arturo Soria. Me arde la cara y me duelen los recatos.
Pronto bajaré al metro en Cartagena, justo en la estación donde Jim Jarmusch puso la cámara. No había imaginado encuadres más hipnóticos que los de Jarmusch en las Torres Blancas de Madrid. "Si te crees grande, ve al cementerio. El mundo es sólo un palmo de tierra", repite Jarmusch.

Desolador bosque danés (a propósito de Antichristo, la última de Lars Von Trier)


Pongo Telemann y me siento a escribir con la película de Lars Von Trier sobre la piel, con el sudor de la adrenalina en los pies, con los músculos en tensión, todos, los maxilares aherrojados (una palabra que tomo de Glauce Baldovín)… Escucho Telemann porque el alemán era un buen amigo de Haendel, y Haendel fue quien musicalizó el bosque infernal del director danés, en Antichristo. Pongo Telemann porque cada nota de su clave me ayuda a retener las sensaciones de esa naturaleza artificiosa y estremecedora, como la de los cuadros de El Bosco.
La película pasó por Cannes levantando polvareda. Llegó a España y caldeó aun más los ánimos. El crítico por antonomasia de este país, Carlos Boyero, habló de internar a Von Trier en un frenopático. Otro crítico del mismo periódico de Boyero --es decir, El País-- le contestó y fue tan lejos como para decir (algo así como) que justamente ese pulso artístico provocador es el único camino posible a la excelencia.
Imposible no tener incluso nervios ya en el momento de pagar la entrada para entrar a participar de esa orgía de violencia puertas adentro de una pareja, máxime teniendo en cuenta de que el propio Von Trier se defendió de los palos confesando que la peli fue para él terapéutica, que sacó sus demonios, que él no filma para nadie más que para sí mismo, que este rodaje lo ayudó a volver a vivir cada día después de una depresión monstruosa.
El argumento, en una línea: la pareja en cuestión (impresionantes Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg) pierde a su bebé en un accidente doméstico, que ocurre mientras ellos follan en todas las posiciones posibles.
Metáfora del amor y el desamor, danza de los rencores y las culpas inmensas, la última película de Lars Von Trier deja al espectador extasiado frente a la belleza que uno imagina en el averno del Dante o, mejor dicho, la infernal belleza que uno ha visto en óleos maestros sobre la obra de Dante.
¿Cómo no creerle al danés delirante que en esta peli vuelve sobre sus pasos estilísticos hasta “Los idiotas”? ¿Cómo no creer que una pareja, cualquier pareja, miles de parejas. pueden llegar a esos abismos de locura, y caerse?Por momentos francamente sensato, Von Trier nos lleva de la mano a presenciar una terapia conductista para disolver el pánico. Nos relajamos con el profesional, porque parece tener el control, porque nos han enseñado a confiar en los profesionales, a dejar nuestra salud a su buen criterio. Pero Von Trier no está dispuesto a aceptar aquellos dogmas y pone en duda el viejo poder de los sanadores. Entonces, las herramientas del psicólogo escasean frente a los monstruos que hay en las tripas de la madre, amante y bruja milenaria, heredera de los maleficios de toda la historia de la persecución femenina.
Y la misoginia no es la de Lars Von Trier. La misoginia es la que nos rodea. Él pone sus pesadillas a revelar, pero sabemos bien de qué habla: sobre todo, las mujeres sabemos bien de qué habla, cuando habla en sueños, aun los de las más noches más perturbadoras.
El director danés dedicó esta película a Andréi Tarkovski, y con él homenajeó también a su colaborador Ingmar Bergman, aunque algunos pensamos en el más desolado Pasolini, el de Saló.
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Publicado en www.ruletachina.com (número 19)

miércoles, agosto 26, 2009

even the heroes

Santiago de Compostela es de piedra. Juego a adivinar de qué siglo es cada edificio. Me enojo cuando me equivoco por más de cien años. Luego leo las referencias y tiendo a perdonarme: 'empezaron a construir en el XII pero la fachada se rehizo en el XVI o el XVII`... ahhhh. Mejor así. Otra vez será, me digo. Y sigo jugando. "Even the heroes need to talk", leo en una postal... ¿de quiénes hablará la postal? ¿con quiénes hablarán los héroes?
Me compro unos zapatos verdes, verde manzana, mary poppins verde manzana, y les mido los tacones, parecen altos... ¿Qué hago si topo con un héroe enano? ¿Tiro los zapatos?
Even the heroes need to talk.
Even the heroes need to walk.
Even the heroes... hombres postal, hombres héroes.
Para ser héroe o para ser poeta hay que escribir una frase como la que el salvaje detective Bolaño pone en boca de un poeta cualquiera: "Tampoco, por cierto, tengo por costumbre esquivar las invitaciones del azar".
Even the heroes need to run, sometimes.
Correr con tacones sobre las piedras medievales de Santiago, subir las escalinatas del parque de Monaval, beber un thé à la menthe más dulce que ninguno, esperar que el frío gallego se te pose despacio. Otra vez será.
¿Alguna vez quisiste estar conmigo, héroe esquivo sin tacones?
No. Claro que no.
Pero tampoco yo tengo por costumbre esquivar las invitaciones del azar.