
Madrid huele diferente desde cada punto cardinal. Aquí en el este es más húmeda, y más fresca, huele a setos, a lambertianas de Arturo Soria. Me arde la cara y me duelen los recatos.
Pronto bajaré al metro en Cartagena, justo en la estación donde Jim Jarmusch puso la cámara. No había imaginado encuadres más hipnóticos que los de Jarmusch en las Torres Blancas de Madrid. "Si te crees grande, ve al cementerio. El mundo es sólo un palmo de tierra", repite Jarmusch.
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