martes, octubre 16, 2007

el poder y la locura

Yo tengo una bolsa de arpillera que tiene estampadas unas manos con granos de café y la leyenda "Nicaragua Libre". La llevo a todos lados, me mudo y la cargo. La compré en Alemania, en el '81, cuando la revolución sandinista recién dejaba de ser utopía. Bah, en el '79 dejó de ser utopía, pero un par de años después, en Europa, todavía se celebraba la entrada triunfal a Managua, en catramina. También en Argentina seguimos de fiesta sandinista varios años después: yo fui de orgulloso rojo y negro a votar en las elecciones de octubre del '83, las primeras tras la dictadura, al Ipem de Deán Funes, en Córdoba.
Esto no es pura nostalgia. Sí, ya sé que eso parece, pero es que hace un par de días estuve con Sergio Ramírez, el escritor, aquel vicepresidente del primer gobierno sandinista. Estaba aquí, en Madrid, hablando de literatura, y soltó algo que me resultó tan desmitificador de dogmas y revoluciones y, a la vez, tan poético, que me obligó a recordar los tiempos del "No pasarán" en rojo y negro nicaragua. Y a decírselo...
Expuso Ramírez algo que sabemos todos, que la literatura no cambia de temas, no innova, que desde el principio de los tiempos todo se resume en amor, locura y muerte, a lo que él agregaba, dijo, el poder. Aunque, matizó, el poder es una forma de locura.
Sonreí y pregunté: "¿Perdón? ¿Que el poder es un subproducto de la locura? ¿Eso me dice un viejo soldado sandinista?". Ramírez explicó que él entiende el poder desde la poesía, que el poder es un organismo vivo, que nace, crece y se deteriora (anche muere). Que cuando los ideales se convierten en leyes.... hummmmmmm. Y que el mejor día del poder es el primero.
Como en el amor, el mejor día es el primero.


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