"Shortbus" es una peli de John Cameron Mitchell que ha obligado a los cines de Madrid a colgar en la boletería el cartelito de "...contiene escenas de sexo explícito que pueden afectar la sensibilidad de los espectadores". Cine independiente X, o la epifanía del amor en todas sus presentaciones (en todos sus envases), Shortbus tiene al menos un plano que vale la entrada del día caro.
Encuadre: en su pulcro consultorio, la sexóloga que no ha tenido un orgasmo en su vida se ha sentado frente a la pareja que va a su consulta, y detrás de ella, vemos tres cuadros... uno de ellos está totalmente torcido. Chueco.
La imperfección recortada sobre un muro sin manchas... Como cuando imaginamos la que podría ser una cordial sesión entre músicos callejeros en el andén del metro... pero el percusionista y el guitarrista (de marras) no están por la labor (de darnos con el gusto): en este momento se amenazan a los gritos por esa esquinita de gloria en el codo subterráneo de la ciudad.
El obrero de fundición le dice al escultor, a Eduardo Chillida, que "la próxima" va a salir perfecta: habla de una escultura inmensa, puro hierro, peine de mares y vientos cantábricos, la que tiene entre manos en su fragua. El hombre, que ahora ha entendido cómo reacciona el material a las formas desusadas del artista, promete perfección en las sucesivas. "Es que no habrá otra", le responde Chillida, y sonríe, quizá ruborizado por la decepción que descubre en el buscador de perfecciones.
la entrada de Shortbus, el pase mensual del metro de madrid, el ticket de un maldito bocata comido a las apuradas en la parada del bus, y el pase de la piscina. ¿Perfección?
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