lunes, febrero 12, 2007

noche en madrid

Al mago le conmovió mi fragmento inconcluso, me dijo que para entender todo está la vida, que por qué hay que entenderlo todo. Eso fue antes de ser mago, de serlo para mí, digo.

La emoción, la primera frente a sus trucos, esa incandescencia repentina que nos hace niños, ésa fue la bisagra de una larga noche de jueves entre Malasaña y Chamberí. Hubo un cadáver exquisito, el nuestro, automatismo de cava catalán que quedó en boli sobre papel arrugado: " Noche somos. Día seremos/ Seremos parte de la historia, en este triste mundo nuestra huella dejaremos/ Dejaremos champán sobre los verbos/ ¿Verbos? ¿Buñuelos? Sin duda/ Alpargatas y pennes... / Que no penes más por chorradas importantes/ Importantes las palabras de tu mente/ Sabes que tú has sido mi primer hombre potente/ como casi todos los hombres menos los que no lo son/ El cava chueco".

Pronto, antes de que los clamores del portavoz nos abrumaran, bailamos una atrevida copla en Luchana... Y llegó Andy (en Madrid, todos sabemos quién es Andy). Andy y las chicas del cine, y los chicos de la tele, vinieron a zapar y clavaron los puñales del amigo Andrés en el piano; los dientes del chango procuraron la mejor dicción, la lluvia se incrustó en mi turquesa, y reí, sola, de madrugada.




Antes del mago, un casero cómico argentino había dicho que "para entender todo está Seinfeld". Está claro que tanto Seinfeld como la vida se merecen todo nuestro respeto, pero ... ¿por qué hay que entenderlo todo?

No hay comentarios: