
Si todos tenemos ombligo, ¿a todos nos queda la marca de la dictadura? ¿la dictadura se nos seca como una costra que apenas se despega deja la herida descubierta, blanda y húmeda -de nuevo, la humedad-, y así arde como si acabaran de lastimarnos?
Venías del cine, de ver la última película del maestro Ingmar Bergman. "Es Bergman en estado puro -pensaste-, con esa nórdica luz blanquecina, de sol apenas tibio en verano y esos conflictos inmensos en rostros amables".
Lloraste con Bergman, pero lloraste por ti. Bergman te había hecho volver por unos instantes a tus miedos infantiles y en la plena oscuridad del cine, llegaste de nuevo hasta tu habitación de adolescente, tu hermano mayor sentado junto a ti, te había despertado a mitad de la noche: "¿Me dejás tu cuarto por hoy?... Voy a quedarme a dormir acá, si me lo prestás. Me persiguen, ¿sabés? Los milicos me están buscando, se han llevado a todos mis compañeros y éste es un lugar seguro”.
Por supuesto que querías darle tu sitio si eso significaba que tu hermano mayor estaría a salvo del desquicio autoritario, de la crueldad sin nombre que ya te dejaba sin palabras para definir casi todo.
Marzo, abril, mayo del ’76. Quique, que empezaba a mostrarte el mundo, a hablarte de las injusticias del mundo, desapareció el 28 de mayo de 1976, a sus 25 comprometidos años. Tú tenías 13. Han pasado 30 años y lloras desconsoladamente cada vez que pronuncias la palabra “desaparecer”.
Bergman ha hecho poesía con el sinnombre de las cosas, ha puesto a sus personajes a confesar que más allá del dolor y la miseria puede no haber palabras precisas.
2 comentarios:
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