El
collage argentino,
la poesía de Analía Iglesias
Escribir
un prólogo como una lámpara de aceite en medio de tanta oscuridad,
trazar un mapa apenas intuido o desvelado para un conjunto de textos
que se encajan a través de una galería de espejos. Este es la
propuesta que desde la AEN se me hizo con motivo de la publicación
del libro ganador del
primer premio de poesía BAL Hotel. Tal vez una trampa o un desafío
propio de aquellos que se juegan la existencia en cada palabra. Este
es, tal vez, el hilo que me une a las sílabas de la autora, la
argentina Analía Iglesias.
Para
internarse en el bosque encantado del lenguaje, como diría Valèry,
los poetas deben conocer el ritmo, la imagen y la estructura que
soportan el poema. Sin ese conocimiento podemos tener discursos
fraccionados en frases, pero no poemas. Y estos tres aspectos los
conoce y maneja con soltura la autora que nos ocupa. El ritmo cortado
que domina estos textos refuerza la idea principal del conjunto, esa
lejanía que se nos indica en el título. Esa lejanía, exilio o
transterramiento es propia del poeta migrante, como se ha estudiado
bien en el caso de los latinos en EEUU, y condiciona fuertemente su
poesía. Para expresarla la autora ha trazado una partitura
dislocada, que impide fuertemente la fluencia de los propios versos y
nos sitúa como lectores ante un discurso entrecortado, como el de
aquel que tiene dificultad para respirar. Se trata de lograr la
empatía con un recurso que el supuesto versolibrismo de hoy suele
olvidar. Ritmo pues trabajado con sentido, para expresar más, para
que la palabra “diga” y no solo comunique.
La
imagen es otro de esos puntales necesarios de los que venimos
hablando y no hay duda de que estos textos nos provocan la sensación
de habitar en un continuo poético donde el mundo re-creado es único
y privativo, pero cercano. Esa cercanía viene dada porque la autora
desparrama aquí y allá numerosas claves, o mejor, llaves para poder
abrir las puertas de unas imágenes que de no ser así podrían
resultarnos oscuras. Para reforzar estas imágenes se utiliza muy
convenientemente el hipertexto, creando una red de sinapsis entre su
poesía y la poesía de otros. Al mismo tiempo, se introducen
referencias a acontecimientos sucedidos en la convención que
llamamos realidad, de tal modo que logremos asideros seguros y
reconocibles. Ese sujeto social, que se cruza con el poético, es
importantísimo en momentos de crisis que provocan o sustentan la
migración. Se trataría,
casi con Rimbaud, de ir lanzando boyas en la travesía de un barco
ebrio. Y es que ese barco ebrio no puede controlarse con facilidad
por lo que al menos necesitamos marcas (cicatrices) para que el
naufragio no se produzca antes de tiempo. Ahí entran en juego la
argentinidad, el desgarro propio de quien ha visto su país humillado
y pisoteado por la especulación y la estafa, y la técnica del
collage que procura insertar distintos retazos (íntimos, sociales,
históricos) en un mismo texto, de tal modo que se pueda observar un
prisma, una representación de lo sumo a través de un objeto
artístico, en consonancia con el Aleph de Borges. Por otra parte, si
veíamos un ritmo cortado que amplificaba el sentido de cada sílaba,
es conveniente hacer referencia a la dureza de las imágenes,
asociadas a campos semánticos que tienen que ver con la herida, la
violencia y la soledad.
El
tercer puntal que hace fuerte a un poeta es su manejo de las
estructuras poéticas. En tan breve poemario observamos sin duda un
esbozo de estructura muy bien pergeñado que tiene que ver con el
círculo y con la repetición, pero también con la apertura de
significaciones que expresan las imágenes. Así los poemas oscilan
entre la media distancia y la brevedad, dejando al contrapunto del
blanco la posibilidad de silencio. Esto configura una geometría muy
particular que construye un edificio casi piramidal con una gran
cantidad de textos situados en la base y un solo poema en el vórtice
que es, claramente, “el primer hombre”, texto que remite
circularmente al inicio de la construcción de la pirámide.
Estamos
pues, a tenor de todo lo dicho, ante una voz que sabe lo que hay que
hacer y que está fabricando su cómo. Habrá que seguir escuchándola
para desentrañar esa noche oscura en que se desarrollan sus textos.
Luis
Luna (octubre de 2012)