miércoles, junio 25, 2008

un junio

¿El personaje es la excusa para mostrar la Argentina? ¿Es la Argentina la razón por la que existe el personaje? ¿Hay una excusa?. Estas cuestiones surgieron en torno a unos escritos míos. Y no supe responder. Tampoco quise responder. No tengo por qué responder. Además, hoy cumpliría años mi papá, el Kitty, que nació en el treinta y seis y murió en el noventa y tres. Estaba volviendo a la Argentina pero no alcanzó a llegar.
Ayer terminé de leer la última nouvelle de Aira e, inmediatamente, me descubrí analizando cuál era la metáfora-país de esa desquiciada relación autor/editor en "La vida nueva". Sin embargo, no encontrré metáforas de días como el de ayer, de tragedias, miserias y renaceres. Renacer, sin querer.
Un día como alguno de estos, de finales de junio, hace seis años, desembarqué en España. Y había quemado las naves. Y había soñado con el Obelisco en llamas mientras yo me probaba un vestido nuevo... oh, a propósito de la desnudez.
De la primera España recuerdo el calor, la sequedad de Madrid, la sangre en la nariz resquebrajada de mi hija, el colchón en el piso, la persiana bajada para filtrar un poco de la excesiva luz de estas latitudes a principios del verano, el desgarro. Y también recuerdo que pasé por la casa en que vivió Onetti y fue entonces cuando empecé a sentirme menos sola en esta ciudad. Yo acababa de leer "El astillero".
"El astillero" fue el último libro que había leido en Argentina, antes de partir. Fue mágico, entonces, dar casualmente una mañana, en una esquina imposible de mi flamante puzzle urbano, con la placa "En esta casa vivió... y escribió..." A partir de esa mañana, fantaseé con varios encuentros transfronterizos con don Juan Carlos (yo seguía viva, Onetti ya estaba muerto) . Imaginé que nos citábamos en una cafetería de la Avenida de América, a metros de su edificio, y yo le contaba mis teorías sobre nuestros países sureros, tan absurdos como su astillero fantasma, con gente que va y viene, que sella papeles y los archiva, papeles sobre la nada, hacia la nada.
Seis años después, sigo pidiendo libros y discos a cada portador de un alma comprensiva que viaja a la Argentina. Anteayer llegó el penúltimo cargamento de esas cosas que siguen siendo mías y que seguirán siendo mías. Llegó Dacal para que nos pongamos todo tu tiempo de acuerdo en eso. Y con una oportunidad sin par (a juzgar por mis desvaríos de los últimos días sobre la desnudez) llegó Aristimuño: "Puedo acercarme a vos, y no ser tan terco, pisando la basura del puerto. Desde el mar, no hay piedad, si vos no te mojás. Se cansó la ansiedad... (Puedo) desnudar la canción para vestirte hoy".
Hoy empecé a leer Coetzee.

domingo, junio 22, 2008

desnuda II

sigo desnuda.
sigo desnuda y encima me piden la ropa. uno que en mi vida vi una vez o dos veces me pidió la ropa.

y no hay un trapo para cubrirse, ni un trapo para cubrirse.
pero no voy a quejarme. nada más patético que la autoconmiseración. eso proclaman los psi.

cuando escucho al adiposo jefe de los soldaditos de plomo gritar sus verdades de perogrullo, difamar y ocultar, sólo pienso en el hogar. en una patria. "mi patria es el castellano", dijo cozarinski. y la mía. y mi hogar, al cabo de la hostilidad. ésta es la otra razón por la que escribo: para volver a casa.

...
"El origen del mundo", según Gustave Courbet.

miércoles, junio 18, 2008

desnuda


en plena duermevela me sobresalté: de repente, me vi desnuda. pero no desnuda como me gusta estar para ti. no, no era una desnudez plácida. estaba desnuda porque no tenía nada con que cubrirme para salir a la calle. la vida desnuda, la vida que viene, la desnudez que viene. entonces recordé la pregunta. ¿por qué escribes? escribo para no estar desnuda. porque escribir es la única ropa que le da sentido a la vida. escribo para cruzar la calle y para esperar el bus. para esperarte y para no esperarte. para que no haga falta dinero. para que no importe la desnudez.
...
Gustave Courbet, "Mujer en las olas".

domingo, junio 08, 2008

dadá y cuchillo. la propuesta del entrecot

"No me deje solo entre personas llenas de certezas", suplica Antonio Tabucchi. Y en una parrillada de Madrid, yo sólo quiero que me entiendan: vengo de tierra adentro, como charqui, char-qui. No quiero rozar con la lengua la carne sedosa, fresca, de la vaca muerta. No quiero que me cambien el cuchillo. Si lo hacen, si me traen uno de estos facones criollos para desgarrar los tejidos de este exquisito cadáver argentino tengo que pensar. Pensar en la vaca muerta. Si te devuelvo el cuchillo que no tiene filo y me quedo con el facón, veo mi cara asesina reflejada en la hoja sanguinolenta y el filo destella dicroicas. Dadá argentino. Escurre coágulo. Ya no hay magia.