jueves, febrero 22, 2007

el lado chueco

"Shortbus" es una peli de John Cameron Mitchell que ha obligado a los cines de Madrid a colgar en la boletería el cartelito de "...contiene escenas de sexo explícito que pueden afectar la sensibilidad de los espectadores". Cine independiente X, o la epifanía del amor en todas sus presentaciones (en todos sus envases), Shortbus tiene al menos un plano que vale la entrada del día caro.

Encuadre: en su pulcro consultorio, la sexóloga que no ha tenido un orgasmo en su vida se ha sentado frente a la pareja que va a su consulta, y detrás de ella, vemos tres cuadros... uno de ellos está totalmente torcido. Chueco.

La imperfección recortada sobre un muro sin manchas... Como cuando imaginamos la que podría ser una cordial sesión entre músicos callejeros en el andén del metro... pero el percusionista y el guitarrista (de marras) no están por la labor (de darnos con el gusto): en este momento se amenazan a los gritos por esa esquinita de gloria en el codo subterráneo de la ciudad.

El obrero de fundición le dice al escultor, a Eduardo Chillida, que "la próxima" va a salir perfecta: habla de una escultura inmensa, puro hierro, peine de mares y vientos cantábricos, la que tiene entre manos en su fragua. El hombre, que ahora ha entendido cómo reacciona el material a las formas desusadas del artista, promete perfección en las sucesivas. "Es que no habrá otra", le responde Chillida, y sonríe, quizá ruborizado por la decepción que descubre en el buscador de perfecciones.



la entrada de Shortbus, el pase mensual del metro de madrid, el ticket de un maldito bocata comido a las apuradas en la parada del bus, y el pase de la piscina. ¿Perfección?

viernes, febrero 16, 2007

para euge


sólo esto: "El arte tiene una potencia restauradora que necesitamos una y otra vez" Anni Albers (1969)
y algo así como: gracias, woman, por la náusea de beck.

lunes, febrero 12, 2007

noche en madrid

Al mago le conmovió mi fragmento inconcluso, me dijo que para entender todo está la vida, que por qué hay que entenderlo todo. Eso fue antes de ser mago, de serlo para mí, digo.

La emoción, la primera frente a sus trucos, esa incandescencia repentina que nos hace niños, ésa fue la bisagra de una larga noche de jueves entre Malasaña y Chamberí. Hubo un cadáver exquisito, el nuestro, automatismo de cava catalán que quedó en boli sobre papel arrugado: " Noche somos. Día seremos/ Seremos parte de la historia, en este triste mundo nuestra huella dejaremos/ Dejaremos champán sobre los verbos/ ¿Verbos? ¿Buñuelos? Sin duda/ Alpargatas y pennes... / Que no penes más por chorradas importantes/ Importantes las palabras de tu mente/ Sabes que tú has sido mi primer hombre potente/ como casi todos los hombres menos los que no lo son/ El cava chueco".

Pronto, antes de que los clamores del portavoz nos abrumaran, bailamos una atrevida copla en Luchana... Y llegó Andy (en Madrid, todos sabemos quién es Andy). Andy y las chicas del cine, y los chicos de la tele, vinieron a zapar y clavaron los puñales del amigo Andrés en el piano; los dientes del chango procuraron la mejor dicción, la lluvia se incrustó en mi turquesa, y reí, sola, de madrugada.




Antes del mago, un casero cómico argentino había dicho que "para entender todo está Seinfeld". Está claro que tanto Seinfeld como la vida se merecen todo nuestro respeto, pero ... ¿por qué hay que entenderlo todo?